Si operas así, no eres líder, sino un (mal) jefe
Autor: Núria Baldrich Mora
Publicado el 26 de septiembre de 2025

A menudo me sorprendo de la ligereza con la que se califica a una persona como líder. Y esto es algo que veo continuamente en los Medios de Comunicación.
Me sorprende porque ser líder no es simplemente ocupar un cargo. De hecho, hay personas que ocupan cargos de liderazgo y que, desde mi punto de vista, de líderes tienen poco. Y también hay personas que, a pesar de no ocupar un cargo formal de liderazgo, claramente son líderes.
Y es que el liderazgo es un rol asociado al poder y el poder es un tema complejo. Es complejo en el sentido que, aunque a veces socialmente así se considera:
- No es que este se limite a las personas que cuentan con un alto rango social-estructural.
¿Y por qué digo esto? Pues porqué, por ejemplo, una persona puede tener alto rango social y/o estructural, y no por ello sentirse poderoso interiormente. Y también a la inversa: una persona puede que no tenga un rol formal de alto rango y, a pesar de ello, contar con un poder personal tal que inspira e influencia a su entorno.
- Ni tampoco es que haya personas con poder y otras que no.
¿Y por qué digo esto? Porqué hay muchos tipos de poder. Hay el poder social-estructural (en función del cargo o del estatus social), el poder contextual (en función de los conocimientos y habilidades valoradas en un contexto determinado), el poder psicológico (en función del nivel de auto-conocimiento y de las habilidades sociales) y el poder espiritual (en función de si una persona se siente conectada a algo mayor que sí misma que la trasciende o no). Entonces, atendiendo a los distintos tipos de poder, en cada interacción, la dinámica de fluctuación entre estos nos lleva a que en determinadas situaciones tenemos / sentimos poder y en otras no.
Sea como sea, la idea clave que quiero transmitir hoy es que si bien es cierto que ocupar una posición formal de liderazgo cambia la forma en qué los demás nos perciben, eso no significa que estén dispuestos a seguirnos o a hacer voluntariosamente aquello que les pedimos. Y, de hecho, sólo nos convertimos en líderes cuando nos siguen y, para ello, la gente necesita un motivo para hacerlo.
Bien pues, lo compartido hasta el momento revela la gran paradoja del rol de líder como cargo formal. La paradoja es que, aunque cuando ocupamos este rol contamos con los medios necesarios para imponer desde el (mal) poder, si se utilizan estos medios sin antes ganarse el respeto y aceptación de los demás, eso conlleva inevitablemente dañar la legitimidad. O, dicho de otro modo, se requiere legitimidad para ejercer el liderazgo y, obviamente, esta no se puede conseguir a la fuerza. Estamos, pues, frente a la distinción del concepto romano potestas versus autoritas que, en última instancia, plantea que, para usar legítimamente el poder, primero hay que ganarse la autoridad.
Entonces ¿Cuál es el kit de la cuestión para ejercer el rol de liderazgo con legitimidad y, por tanto, desde un buen uso del poder? Pues la clave está en el poder personal: ese poder que proviene del interior (a diferencia del poder social, que es un poder que se reafirma desde lo externo) y que no está circunscrito a un contexto concreto ni al hecho de ocupar un determinado rol. Ese tipo de poder es clave porqué si no contamos con él fácilmente caeremos en hacer un mal uso del poder, ya sea imponiéndolo a pesar de las consecuencias dañinas para las demás personas o sea aprovechándonos de las oportunidades asociadas a los rangos altos para beneficio personal (a costa de).
Concluyendo, pues, la idea que hoy he querido transmitir con el presente artículo es que si el lugar interno desde el que ocupamos un rol de liderazgo no está sustentado en el poder personal no podemos hablar de liderazgo: más que un líder lo que estaremos siendo es un mal jefe.

Molt bones reflexions Núria.
El lideratge no depèn d’un nomenament o un càrrec sinó de la confiança i la legitimitat que es pot guanyar. Els diversos tipus de poder són volàtils, inestables i fluctuen, per contraposició el «poder» personal, emergeix de l’interior i de la coherència, aquest és el que pot sostenir el lideratge des d’un espai molt més autèntic. Una societat mínimament evolucionada sap que els bons caps motiven i inspiren per assolir objectius i resultats compartits; els mals caps intenten dirigir, fan poc més que donar ordres i imposar, i si, fins i tot així ells diuen haver assolit els resultats o haver arribat als objectius.
La pregunta per mi és :
Com podem dissenyar espais col·lectius o comunitats que facin emergir, reconeguin i potenciïn aquesta capacitat de lideratge, aquest «superpoder» individual i interior i compartir-lo en comptes de concentrar-lo en individualismes?