Hoy quiero profundizar, a petición de much@s que me habéis escrito, en el tema de liderazgo integral sobre el que escribí en el artículo anterior y, más concretamente, voy a hablar sobre cómo podemos aplicar la danza creativa entre lo femenino (yin) y lo masculino (yan) para ejercerlo. En todo caso, te recomiendo que, antes de leer el de hoy, puedas leer el anterior, ya que en este describo el marco cultural más amplio, aunque no en la profundidad que desearía, con lo que vas a poder contextualizarte mejor. También te lo recomiendo para evitar interpretaciones erróneas en la lectura de hoy, que excluyan las distinciones experienciales en función del sexo del cuerpo que habitamos y que excluyan las desigualdades culturales y estructurales que nos atraviesan.

Bien, pues, dicho lo anterior, quiero contarte que la danza creativa se desarrolla en varias etapas, en las que los aspectos masculinos y femeninos se alinean alternándose en el mismo proceso. Y para que esto sea posible necesitamos ampliarnos, seamos hombres o mujeres, de manera que podamos incluir ambos aspectos. O, dicho de otro modo, a través de una metáfora, se trata de convertirse en una especie de director/a de orquestra que permita espacio para que toquen todos los instrumentos.

En concreto, la danza creativa se desarrolla en cuatro etapas. Aunque lo bueno sería que lo que expongo acto seguido te lo pudiera transmitir con una experiencia de descubrimiento vivencial en alguno de mis entrenamientos, mi deseo es que, igualmente, transmitírtelo lingüísticamente pueda aportarte algo nuevo. Vamos allá. Las etapas son:

1. En la primera etapa, el turno corresponde a los aspectos femeninos. El primer femenino es capaz de estar aquí para estar con la propia verdad, sentirla, y para imaginar cómo podría ser.
2. En la segunda etapa, llega el primer masculino. El primer masculino, es la voluntad y la acción, por lo que da forma a lo que ha sentido el primer femenino. Es decir, este masculino está inspirado por el femenino, de modo que se pone manos a la obra para conseguir lo que verdaderamente queremos.
3. En la tercera etapa, habiendo hecho todo lo que cabía hacer, es el turno del segundo femenino: un femenino que confía (no necesita controlar) y que puede estar en el misterio, sosteniendo la incerteza, sosteniéndonos serenamente ante aquello que no está dentro de nuestra área de influencia.
4. En la cuarta etapa, el segundo masculino, ya con los resultados que se han dado, une los puntos del proceso desde el intelecto, rescatando el sentido y aprendiendo de cara a reiniciar el circuito.

Es clave, pues, iniciar desde el femenino, ya que, si no hay un primer espacio para el femenino, habrá “fracaso” (independientemente de que logremos el resultado que nos habíamos planteado), puesto que será una acción vacía debido a que no ha habido la conexión con lo femenino. Metafóricamente, sería como si subiéramos una escalera apoyada en una pared y, por tanto, a través de la acción de subir, llegamos arriba en la pared, pero luego nos damos cuenta que, en realidad, se trataba de subir a otra pared. Por el contrario, en lugar de entrar en acción ya a la primera, cuando el primer masculino se pone al servicio del primer femenino, nuestra vida adquiere un sentido.

En conclusión, pues, lo que te propongo es un camino de ampliación. Y ampliarnos es un camino de libertad, puesto que nos permite escoger en cada momento en función de lo que la realidad requiere en el momento específico. ¿Te imaginas todas las nuevas posibilidades que te traerá la vida si decides operar desde aquí?

Finalmente, para completar el presente artículo, quiero invitarte a que puedas ver la entrevista que mi amiga Dayana Santacreu, mentora de negocios, me hizo dentro de un ciclo de entrevistes a mujeres líderes. Te invito a que la veas, puesto que, en ella, entre otras semillas de inspiración, hay algunas ideas que te afianzaran la comprensión de lo que he compartido en el artículo de hoy. ¡Qué la disfrutes!